De ti se la superficie de tu piel. Tus besos. El catálogo de tus virtudes. El preclaro diseño de tu fachada. Las gotas de de tus abrazos. Las cimas de tu ortografía, y la carne emponzoñada de tu ausencia.
Conozco de tu persona solamente la melodía de tus tacones, el siseo de tus ropas, la ducha compartida, y algunos días en la playa.
Conozco el círculo mágico de tu cintura, el globalizado territorio de tus pechos, tu desnudez, tu pulso de dátil, la madeja de tus abrazos, y el rechinar de tus dientes cuando festejan los puntos cardinales de tus orgasmos.
Pero más allá de tu perfume comprado y tus cabellos que navegan entre las sábanas, es lo escaso que de ti conozco.
De lo más profundo, como el salón tapizado en el que vive tu personalidad, o la caja de tu música y su maquinaria donde en, definitiva, veranea tu alma; de todo ello, entiéndelo amada mía, jamás, jamás, me prestaste el mapa.