Las fábulas forradas de aparente verdad
buscaron escenario apropiado. Se representó la comedia y fue elegido deliberadamente
el personaje para engañar a los mentecatos.
La mentira había puesto sus hábitos de
seducción.
Se abrieron las carteras de los crédulos y
los depredadores las vaciaron; la de los
otros también.
Había nacido un nuevo partido con sus
claves secretas, sus reglamentos estrictos y las ovejas de siempre, vendados
los ojos, aplaudieron el prometedor milenio de gozo y prosperidad.
Berlín se llenó de desfiles y uniformes. El
carismático hechicero de la tribu, luciendo su bigote de cepillo, predicó
ladrando las consignas de una supuesta raza de nacionalistas salvadores.
Los coderos, los crédulos sin guerrera ni
sable, los grandes de alma, fueron incinerados sin que las lágrimas de Jehová pudieran
apagar los hornos. A lo mejor fue una prueba más para el sufrido pueblo de Abrahán.
Los que hemos llegado
a ti a través de tus obras, también te lloramos, Gertrudis.
(En memoria de la poetisa judía-alemana, Gertrud Kolmar, deportada a Auschwitz y asesinada en 1943.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario